03 Sep VIAJAUTOR X MARRUECOS .4
¿FIN DE VIAJE?
Tocar fondo
La primera vez que toqué (me subi a un escenario), toqué fondo. A partir de ese dia, la cosa sólo podía mejorar. Mi timidez me hacia temblar como un niño en un local de Badalona. En cuanto terminé mi primer tema, la reacción del publico fue igual a cero. Ni siquiera silencio: indiferencia total. La gente seguía charlando, sin arrancar ni un aplauso. Con la segunda pasó lo mismo, y las siguentes no fueron una excepción. Me sentí muy ridículo… ¿Tan paquete era? ¿Qué pasaba? ¿Ni siquiera por compasión? No entendía nada. Si al menos se rieran, hubiese sospechado que tenía la cremallera abierta o algo, pero no, nada.
El dueño del local se me acerco y me dijo: tranquilo, es normal, aquí pasan de todo, hasta las tantas, que se emborrachen y se canten versiones, esto no se anima. Tocó conmigo un par de versiones pero la cosa seguía igual. Después se subieron otros músicos e idem. Efectivamente, desde la barra ya comprobé que hasta que no dieron las tantas, los etílicos aplausos no aparecieron.
A partir de ese día, todo fue hacia arriba. Los primeros aplausos en mi segundo concierto en el Astrolabi casi fueron un orgasmo. Menos mal. No era yo, ¡era el local! (Bueno, yo un poco de culpa tendría, pa que engañarnos, jojo)
Lo dejamos en Fez. El primer día (capítulo anterior) todo fue bien, el segundo y tercero también. Pero a partir del cuarto, empezaron a darse una serie de casualidades que… en fin, mejor os cuento cómo toqué fondo con más detalle:
(Foto del Astrolabi. Primeros conciertos)
Perdiendo la fe.
El cuarto día amanece más caluroso de lo habitual. El cuerpo me deja en la mesita de noche una factura en forma de cansancio tras los días de pateo continuado. La idea de migrar a otro lugar asoma en mi cabeza mientras almuerzo. Mi plan era hacer un viaje mas “rural”. no tan urbanita. No soy muy amigo de las ciudades, y Fez ya me ha dado todo lo que me podía apetecer. Llevo varios días comiendo básicamente lo mismo (típicas brochetas) y tengo ganas de cambiar de dieta y pueblo.
En mi visita matutina al cibercafé, recibo dos malas noticias. Miento, una mala y otra letal. La primera tiene relación con el viaje. Me había inscrito en couchsurfing, una inmensa red social que une a viajeros con gente que ofrece sus casas, camas o sofás desintaresadamente para fomentar el intercambio cultural y las inquietudes viajeras. Me doy cuenta de que mis solicitudes se tramitan con demasiado lag. Cuando recibo respuestas y “oks” para Fez, por ejemplo, ya esoty haciendo las maletas hacia otro sitio. No me puedo adelantar a fechas y ciudades porque voy sin planes, así que no sé dónde estaré la semana que viene y cuánto tiempo tardaré en dirigirme a las zonas que vagamente he previsto. Así pues, bye bye couchsurfing, bye bye intercambio, olvídate de esa vía para conocer a más gente y aprieta más tu presupuesto. ¡Ok! ¡No problem, palante!
La segunda, la letal, es un mail de esos que nunca quieres recibir. Un amigo mío ha fallecido en un accidente. Me quedo blanco y en blanco. Llevábamos un año sin vernos y 15 días antes de mi partida hablamos por teléfono, quedamos en volver a vernos a mi vuelta. Ya toca, dijimos… En fin… Mil preguntas necesarias y supongo que habituales intentan, sin éxito, hacerle una muesca a la fría coraza de la cruda realidad.
Los pensamientos me ponen la zancadilla mientras me alejo del ciber más triste en el que he estado jamas. ¿Por qué precisamente él, una de las personas más alegres y vitales que he conocido? Tenía una familia encantadora. ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? Preguntas humanas para un dolor animal. No hay respuesta. La vida sigue. El serengueti de neón continúa girando.
Lloro mucho por dentro, un poco por fuera. Me siento mareado, muy lejos de casa, extraño. A mi lado anda el desasosiego. Me acompaña a la habitacion y se suma al peso de mi mochila. Me marcho. Fez ha desaparecido, en ese momento es transparente, y yo invisible.
Como soy de ciencias, intento automedicarme con un poco de relatividad. Aligero el paso, no quiero pensar, necesito aire. En la calle principal me vuelvo a cruzar con los músicos del primer día. Me invitan a tocar de nuevo, no estoy de humor, pero lo intento, busco anestesia. Apenas funciona.
Le regalo una funda para el banjo a uno de ellos y me corresponden con una invitación para comer en su casa. Allí pruebo mi primer y último Bissara del viaje (sospecho que de la vida). Es una especie de puré de habas aceitoso que hace daño a la vista, y compruebo que también al estomago. Ya no estaba muy fino, pero eso ha sido la guinda. Mi malestar estomacal es un hecho. Me recomiendan ir hacia Azrou, pero antes pasar por el pueblecito de Sefrou si quiero calma y el Marruecos no turístico y rural (imagino que es como la Comarca de los Hobbits). En la despedida, me desean que Alá me proteja en el camino… soy aeto, pero por si las moscas yo tambien lo deseo. Rebelde, decido ir andando hasta la estación de Grand Taxis. Un error, porque esta lejísimos, es la peor hora del día para caminar bajo el sol cargado y para ponerse cabezón con la idea. A medio camino, una avispa me muerde en el pie. Mensaje recibido. ¡Adios Fez!
Al lado de un Mcdonalds de las afueras (manda macwebos), cojo mi primer Grand Taxi (podríamos llamarlos Gran Tortura). Marruecos está PLAGADO de ellos. Se utilizan en todas las ciudades y pueblos para llevarte de un sitio a otro, son una especie de cochebus compartido. Mercedes serie 200 viejos, en los que viajan 4 adultos atrás, y 3 delante. ¿Cómo? Pues cuatro apretujados atrás, dos enlatados en asiento del copiloto, más el conductor y la carga (ponen un cojin en el lugar del cambio de marchas, y éste lo modifican para que quede orientado hacia el conductor), y ¡ale! Más de 30 kilómetros por una carretera llena de baches, retorcido casi encima del conductor y rodeado por el brazo de un extraño. Sin aire respirable, y mucho menos acondicionado. ¡Quiero anestesia!
Sefrou, giro al infierno
El Grand Taxi me escupe en Sefrou. Sucede algo casi paranormal en Marruecos, me adentro en la medina, buscando habitación y nadie sabe ni me ofrece nada, ni room, ni souvenirs, ni comida, nothing. Realmente es el Marruecos no turístico, lo que buscaba, pero ¿tanto? No me lo puedo creer, es una pesadilla, sólo quiero encontrar dónde dormir, que termine este interminable día. Además me intentan timar al comprar fruta. Finalmente me indican un hotel a las afueras del pueblo. Pateo y al fin lo encuentro, pero el precio es prohibitivo, no puedo permitírmelo. Salgo derrotado, y de refilón me parece entender algo de camping.
– ¿Como? ¡Perfecto! Sí, sí, busco camping. Where? ¿Dónde?
Me señalan hacia arriba de la montaña. Subo una carreterita que atraviesa un barrio/tourmalet periférico durante 20 minutos. Pregunto a los 4 gatos con que me cruzo si me he confundido, pero no, todos me dicen que hacia arriba. Cargado como una mula más, de las miles de Marruecos, llego al camping mas feo y solitario de la historia contemporánea. No hay nadie más que yo, sólo hay un hombre muerto de aburrimiento que me atiende. Me situo al lado de un arbolico por aquello de la compañia y caigo en la cuenta de que estoy sin gasolina, me quedan 4 galletas y tendre que bajar al pueblo y subir de nuevo si quiero cenar algo y no desmayarme. Antes monto la tienda a velocidad de koala con cara de perro.
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Unos depresivos minutos más tarde, aparece un tipo francés con su coche… ¡Bien! Charlamos un rato, pero también me dice que no ha encontrado nada en Sefrou y que el camping es horroroso. Prefiere irse y pasar la noche cerca de Meknes. Nos deseamos suerte, sin Alá de por medio. ¡Mal! Eso es la confirmación de que no soy yo: este pueblo es espantoso. Este tío ha llegado y se esfuma en minutos y me quedo más solo que la una de nuevo en el descampao. ¡Aquello parecia la pelicula Giro al Infierno! Pero sin niguna Jennifer Lopez
Bajo al pueblo a cenar algo caliente. Me apetece para quitarme de encima esta depre, recuperar fuerzas y mañana: ¡Alá dirá! Después de deambular un rato no encuentro ningún sitio con buena pinta para cenar. Como empiezo realmente a encontrarme mal físicamente, no tengo más remedio que acercarme a un local que sólo hace brochetas, pero que está a los tres pasos que me guardaba bajo la manga. Son espantosas, entre el Bissara del mediodía, la jornada en general y estas “brochetas” con regusto a petróleo estoy tocado y hundido. No sé ni cómo subiré el tourmalet otra vez ni que será de mí esta noche. Compro 4 cosas para el almuerzo de mañana y subo al camping mientras anochece.
La cosa puede empeorar, ¡sí! ¡Percibo un viento peligroso, puede que esta noche tengamos tormenta! Lo que me faltaba. En el soleado Marruecos, precisamente esta noche que necesito descansar… (en ese momento la canción pesimoptismita cobra sentido) Iré al grano: Un viento muy fuerte desmonta mi tienda en medio de la noche, del descampao y del día más depre que recuerdo. Yo, totalmente rendido, casi me lo tomo a risa, ya ni me afecta. De hecho grabé un vídeo (no lo voy a colgar jamás, que os veo venir) por si, yo qué sé, me caía un rayo. Visto el día… todo podía ser.
Giro al Cielo
Entonces fue cuando pensé en terminar el viaje, en volver a casa, en aceptar pulpo como animal de compañía. Yo quería descubrir sitios bonitos, comer nuevos platos, llegar a albergues o campings y conocer otros viajeros, mezclarme con al gente del país, viajar alegremente… y todo aquello parecía lo contrario: tristeza, cansancio, en un descampado, sin compañía, sin presupuesto. Quizás estaba equivocado, o era el país equivocado, o no sé…
Y precisamente como no sabía, decidí, antes de tomar una decisión, que descansaría. Que el día siguiente sería otro día, que bajaría al pueblo simplemente a comprar todo lo que me apeteciese de comida, y pasaría un día o los que fuesen necesarios sin moverme del camping, sin pensar en terminar el viaje, leyendo, descansando, dejando pasar el tiempo, sin juzgar. Había salido todo mal, ok, pero no tenía porqué seguir así. Tan sólo era un muy mal día.
Al cielo pareció gustarle mi decisión, y optó por echarme un primer cable. El viento se fue calmando, no llovió… y pude descansar bastante esa noche. Al día siguiente cumplí lo prometido. El sol salió. Sabina me hacía reír en su libro/entrevista. Mi guitarra empezo a sonar bien. Encontré en el pueblo un sitio donde comer mejor. Pollo a l´ast con patatas y Cocacola (me parecía caviar). Me hablaron de una pequeña cascada cerca del pueblo, próxima a la colina del camping (la montaña ya no parecía tan grande). Al día siguiente fui a visitarla. Nada más llegar, y guiado por el sonido de sus violines, conocí a unos músicos suizos que tocaban al pie de la cascada. Ya le encontraba cierto encanto a Sefrou, paseando cerca del río y sus jardines, su medina… no estaba tan mal.
Decidí que era hora de coger otro Grand Taxi e ir hacia Azrou. Esta vez hasta me hacía gracia el viaje con medio cuerpo fuera de la ventanilla… (¿te gusta conducir?).
Hacía dos días, había tocado fondo, ahora el viaje sólo se podía mejorar. Y así fue. Una de las mejores experiencias que he tenido jamás. Superó todas las expectativas. Si queréis os lo cuento en los próximos capítulos. Y como dice Sabina, perdonen la tristeza.
Próximo capítulo: El mono es inteligente
Esto es para Andreu:
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