
10 Feb Un nómada cruzando el charco
Son las 4:30 de la madrugada del 9 de Febrero del 2015, estoy solo y de guardia en la cubierta del Pantarei, la mansión de 13 metros de eslora sobre la que cabalga mi sueño de cruzar el Atlántico en velero. Feliz, envuelto de una de las noches más luminosa que se pueden encontrar, paradójicamente lejos de toda luz.Son las 4:30 de la madrugada del 9 de Febrero del 2015, estoy solo y de guardia en la cubierta del Pantarei, la mansión de 13 metros de eslora sobre la que cabalga mi sueño de cruzar el Atlántico en velero, feliz, envuelto de una de las noches más luminosas que se pueden encontrar, paradójicamente lejos de toda luz.
Es el séptimo cielo espectacular de estos siete primeros días que hoy cumpliremos tras nuestra partida de Gran Canaria rumbo a las islas de Cabo Verde, ultima paradinha antes de cruzar el charco buscando el norte de Brasil y el Caribe.
El capitán Magne descansa merecidamente en su cabina de popa mientras Roy, el otro tripulante, ya ha cerrado los ojos en nuestro dormidero de proa tras ponerme la noche al día y darme el relevo de guardia. Solo he de ajustar la mayor al pequeño cambio del viento que me saluda y despierta mientras hierve el agua para un café.
Además de buena gente y cada día que pasa más mi familia, son Noruegos, lo que despierta en mi una sonrisa tonta de recuerdos de ese primer viaje aventurero hace 20 años por esas tierras. Entonces, casi no regreso si llego a convencer a mis miedos de seguir y subirnos a un barco que nos cruzara el charco para explorar el mundo lejos de currículos y vidas prefabricadas.Finalmente volví a la guarida de la juventud sobreprotegida de mi generación con los sueños entre las piernas jurando no olvidar aquella droga y engancharme algún día.
Ahora llevo una semana de ensueño dentro de estos años de nueva vida nómada, palpando con mi piel y ojos lo tantas veces leído e deseado, vivir en un barco, cruzar el charco, saborear la alta mar y su libertad.
Algunas guardias han sido duras, con frío del que se cuela bajo la piel, alarmas de radar avisando de inoportunos cargueros, temible tormenta eléctrica en el horizonte de la que huir y trotones vientos cambiantes, pero otras, como los días, han sido inenarrables.
Las puestas de luna y sol son de cine y los dos astros parecen salir o sumergirse literalmente del mar como si se tratase del escenario prefabricado del show de Truman, Días y sobretodo noches, que las cámaras jamás podrán captar como lo hacen los 5 sentidos.
Podría parecer que en alta mar hay una rutina aburrida o monótona, pero yo no me canso de observar y disfrutar de la variedad de colores y el espectáculo tan salvaje puro que nos rodea continuamente.
Llevamos unas cinco visitas de grandes grupos de delfines que se acercan al Pantarei a ver que se cuece. Son manadas muy numerosas con más de treinta curiosos saltarines que podemos pre-adivinar, pues las costillas de madera del Pantarei amplifican el sonido de sus risas/sonar cuando se aproximan. ¿Imagináis lo que es despertar de una siesta con el eco de delfines en la pared salir al balcón y verlos llegar por la calle saltando?
Salimos a cubierta como niños mientras nos rodean durante una media hora haciendo turnos para saltar, acercarse y girar sus cuerpos para mirarnos de reojo. Todo esto a un metro de nosotros, casi los podemos tocar Hay que vivirlo!
Charlas, risas, guitarra, pesca, guisos, lecciones, recuerdos y sueños.
Todo a bordo del firme Pantarei que desde ya, navega en mis entrañas para siempre.
Hoy llegaremos a la isla de Mindelo en Cabo Verde por la tardenoche, pasaremos unos días visitando y reajustando cositas antes del salto del charco.
Luego estaré unas semanas desaparecido, más encontrado que nunca.
Nos vemos, os cuento! 😉
Es el séptimo cielo espectacular de estos siete primeros días que hoy cumpliremos tras nuestra partida de Gran Canaria rumbo a las islas de Cabo Verde, ultima paradinha antes de cruzar el charco buscando el norte de Brasil y el Caribe.
El capitán Magne descansa merecidamente en su cabina de popa mientras Roy, el otro tripulante, ya ha cerrado los ojos en nuestro dormidero de proa tras ponerme la noche al día y darme el relevo de guardia. Solo he de ajustar la mayor al pequeño cambio del viento que me saluda y despierta mientras hierve el agua para un café.
Además de buena gente y cada día que pasa más mi familia, son Noruegos, lo que despierta en mi una sonrisa tonta de recuerdos de ese primer viaje aventurero hace 20 años por esas tierras. Entonces, casi no regreso si llego a convencer a mis miedos de seguir y subirnos a un barco que nos cruzara el charco para explorar el mundo lejos de currículos y vidas prefabricadas.Finalmente volví a la guarida de la juventud sobreprotegida de mi generación con los sueños entre las piernas jurando no olvidar aquella droga y engancharme algún día.
Ahora llevo una semana de ensueño dentro de estos años de nueva vida nómada, palpando con mi piel y ojos lo tantas veces leído e deseado, vivir en un barco, cruzar el charco, palpar la alta mar y su libertad.
Algunas guardias han sido duras, con frío del que se cuela bajo la piel, alarmas de radar avisando de inoportunos cargueros, temible tormenta eléctrica en el horizonte de la que huir y trotones vientos cambiantes, pero otras, como los días, han sido inenarrables.
Las puestas de luna y sol son de cine y los dos astros parecen salir o sumergirse literalmente del mar como si se tratase del escenario prefabricado del show de Truman, días y sobretodo noches, que las cámaras jamás podrán captar como lo hacen los 5 sentidos.
Podría parecer que en alta mar hay una rutina aburrida o monótona, pero yo no me canso de observar y disfrutar de la variedad de colores y el espectáculo tan salvaje y puro que nos rodea continuamente.
Llevamos unas cinco visitas de grandes grupos de delfines que se acercan al Pantarei a ver que se cuece. Son manadas muy numerosas con más de treinta curiosos saltarines que podemos pre-adivinar, pues las costillas de madera del Pantarei amplifican el sonido de sus risas/sonar cuando se aproximan. ¿Imagináis lo que es despertar de una siesta con el eco de delfines en la pared salir al balcón y verlos llegar por la calle saltando?
Salimos a cubierta como niños mientras nos rodean durante una media hora haciendo turnos para saltar, acercarse y girar sus cuerpos para mirarnos de reojo. Todo esto a un metro de nosotros, casi los podemos tocar Hay que vivirlo!
Charlas, risas, guitarra, pesca, guisos, lecciones, recuerdos y sueños.
Todo a bordo del firme Pantarei que desde ya, navega en mis entrañas para siempre.
Hoy llegaremos a Mindelo en Cabo Verde por la tardenoche, pasaremos unos días visitando y reajustando cositas antes del salto del charco.
Luego estaré unas semanas desaparecido, más encontrado que nunca.
Nos vemos, os cuento! 😉
Juantón
Posted at 09:33h, 14 febreroHola amic, ya veo que va todo “viento en popa” me alegro mucho por ti y por mi, que me alegras los ratitos que paso leyendo tus historias. Por cierto, muy bien narrado, me emociona. Un fuerte y cariñoso abrazo.
albert
Posted at 11:04h, 14 febreroMaifren Juanton! Disculpa el lagg, el plugin no me avisa como tocaría!
Gracias por pasearte por aquí! me alegra saber que me acompañas y me espías…
¿Como va todo por los puertos? Te mando un abrazako cargado de pura vida, estoy teniendo mucha suerte… me sobra! 😉