
01 Nov De neón
Ver mi ciudad desde Ona es como hacerlo tras de la ventanilla de un tren. Se crea una distancia silenciosa, una perspectiva nueva, un tempo lento.
El Vidaje me regala una nueva sensación: Nómada en mi propia casa.
Observo el bullicio de la grande babylon a cámara lenta, los saltos de los patinadores del skatepark de la villa olimpica a super slow motion.
La gente me observa como a un forastero, pero no desentono, esta Barcelona mitad de neón me acoge como un pez más en el rio del turismo masivo.
Voy a dar un abrazo a Angel del mítico Bar Pastis, de los pocos de toda la vida que aguantan en la zona. Subo al Astrolabi, que resiste el temporal sin vela mayor. Brindo con amigos la ultima penultima vez y me refugio en el buen puerto de casa de mi hermana.
Un par de días más tarde, la Tata me acompaña con su bicicleta hasta las afueras cargando con el nudo en la garganta.
La ultima mirada de reojo alejandonos cada uno rumbo a nuestras vidas se agarra un buen rato a la retina.
Hasta que el viento quiera Barcelona!
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