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Son las 4:30 de la madrugada del 9 de Febrero del 2015, estoy solo y de guardia en la cubierta del
Pantarei, la mansión de 13 metros de eslora sobre la que cabalga mi sueño de
cruzar el Atlántico en velero. Feliz, envuelto de una de las noches más luminosa que se pueden encontrar, paradójicamente lejos de toda luz.Son las 4:30 de la madrugada del 9 de Febrero del 2015, estoy solo y de guardia en la cubierta del
Pantarei, la mansión de 13 metros de eslora sobre la que cabalga mi sueño de
cruzar el Atlántico en velero, feliz, envuelto de una de las noches más luminosas que se pueden encontrar, paradójicamente lejos de toda luz.